Arabia

Lo que comenzó con un simple juego para mostrar grandeza o superioridad por excelencia de descendencia se terminó convirtiendo en una obsesión. Te haz vuelto en lo único que anhelo, en mi ambición. Nunca sentí una sed tan grande, un ahnelo tan desesperante como este. Te haz vuelto mi meta. O como diría tu gente: te haz vuelto mi Meca. Estoy bajo un hechizo que me mantiene en un trance, ocupada construyendo sueños y metas para cuando te alcanze, pueda deleitarme y embriagarme de tí.

Desde tus pequeños, insignificantes detalles, hasta tus maravillas, todo lo extraño.

Tu radiante sol de Oeste cubriendo sin la más mínima señal de vergüenza toda tu región, le anuncia a los fieles que es hora. Otro día ha comenzado para algunos, aunque para otros no. Para los que sí, eso significa que deben conectarse desde ya con lo superior. Son las cuatro de la mañana. Sí, ¡las cuatro! Y ahí están ellos. Lealmente agachados, ya purificados de su estado de inferioridad, para conectarse con lo divíno. Sus voces roncas claman en su muy particular idioma sabe Alá qué cosas y se expanden por todo el lugar.

Recuerdo como la primera vez que escuché esto, me levanté de la cama, moví la cortina hacia un lado, para sólo encontrar ante mis entrecerrados ojos la majestad y grandeza arquectónica de la mezquita más cercana. Me estremeció. Y fue allí donde me dije, ''Verdaderamente, estoy en Arabia''.

Como anhelo volver a caminar por sus calles. Aquél olor a urbano en las ciudades modernas, mezclado con un aroma de incienso y de perfume, agregándole a todo esto su encanto único que no se puede hallar en ninguna otra parte del mundo (dígase, su gente linda y amable, su cultura, sus acentos...), hace que simplemente cada día me vuelva más sedienta. Me perdía en pensamiento mirando a la nada, dejandome cautivar por la hermosura de lo que me rodeaba.

Oh Arabia, cuanto te extraño...